Por Domingo Jiménez Beltrán, Patrono Fundación Desarrollo Sostenible
Resulta casi kafkiano escuchar a ciertos dirigentes clamar por “dónde está lo mío”, como si la administración de los fondos acordados por la Unión Europea solo fuera una cuestión de reparto. Y no es así. En lugar de preguntar por lo suyo, es el momento de presentar lo tuyo
23 de septiembre de 2020
La pandemia nos ha puesto una vez más frente al espejo. Nuestra vulnerabilidad ha aparecido con toda su crudeza. A las tremendas cifras de vidas segadas por la COVID-19 se suma una crisis económica y social en la que no podemos tener muy claro si hemos tocado fondo o todavía seguiremos cayendo. Pero esa vulnerabilidad, falta de resiliencia o de sostenibilidad, se acrecienta insoportablemente cuando vislumbramos las condiciones tan desventajosas en las que, si no hacemos nada muy diferente y urgente, o sea disruptivo, vamos a enfrentarnos a la pandemia del cambio climático…. con el riesgo de convertirse en tragedia a tenor de la aparición ya de señales inequívocas de cambios no lineales, al acercarnos al 1,5ºC de incremento de la temperatura media global, y al mismo tiempo observamos demasiados signos de que vamos a seguir haciendo las cosas como siempre. Lo paradójico es que frente a esa inercia continuista podemos argumentar que estamos ante una gran oportunidad para abordar una reconstrucción que tenga como pilar la generalización territorial de la sostenibilidad.
Parece una obviedad recordar la necesidad de hacer las cosas de forma diferente, pero desgraciadamente hay que repetirlo cada día porque estamos viendo, en las primeras iniciativas adoptadas y en algunos discursos, un intento de volver a apostar por los modelos que nos han llevado a esa situación de vulnerabilidad. El esfuerzo de los veintisiete para llegar a un acuerdo para aportar importantes recursos financieros con los que hacer frente a la situación puede ser baldío si estos no se dirigen adecuadamente como podemos temernos a la luz de determinadas iniciativas, declaraciones y actitudes o, mejor dicho, si se trata de torcer la condicionalidad de esos fondos: sostenibilidad (incluso regulada por el reciente Reglamento Comunitario 852/2020 sobre inversiones sostenibles), digitalización y educación.
Mirando en nuestra casa, resulta casi kafkiano escuchar a ciertos dirigentes clamar por “dónde está lo mío”, como si la administración de los fondos acordados por la Unión Europea solo fuera una cuestión de reparto. Y no es así. En lugar de preguntar por lo suyo, es el momento de presentar lo tuyo, poner sobre la mesa proyectos concretos, apuestas sólidas, compromisos inequívocos con la sostenibilidad (con la energía como vector esencial) y con la digitalización para compartir conocimiento.
En los fondos aprobados por los estados miembros de la UE, con la eficaz gestión de la Comisión para hacer posible el acuerdo, hay un elemento fundamental que algunos parecen olvidar: no son fondos para tapar agujeros o para ir tirando, haciendo lo de siempre. No, esta vez hay una condicionalidad que, efectivamente, tiene un eje verde horizontal, la sostenibilidad, y otro, la digitalización, para dar un impulso decisivo a la innovación y a la educación. Esa condicionalidad va a tener un guardián exigente en los servicios jurídicos de la Comisión, dirigidos, por cierto, por el español Daniel Calleja desde el pasado mes y hasta entonces Director General de Medio Ambiente. Los fondos “pintan verde” y no se van a poder pintar de verde, como muchos planean seguir haciendo, y nos interesa a todos que así sea: nuestro futuro está en juego.
Sí, la salida es un “salto verde”, un green leapfroging, para escapar antes de que sea demasiado tarde de esa cacerola en la que nos estamos cociendo como le sucede a la rana de la fábula.
Tenemos la oportunidad de reconducir sectores, muy poco sostenibles en muchos aspectos actualmente, como el Turismo, la construcción-urbanización del Territorio o el Transporte, “las tres Ts”, que efectivamente han sufrido, están sufriendo, especialmente las consecuencias de la pandemia. Pero la reconstrucción no es recuperarlas al estado pre-pandemia sino reorientar fuertemente estas actividades hacia patrones con futuro, más sostenibles, lo que hoy evidentemente no es el caso, incluyendo su redimensionamiento dentro de una economía necesariamente más diversificada y multifuncional.
No cabe duda de que para la construcción de un nuevo escenario más resiliente y sostenible es clave maximizar su territorialización o réplica generalizada en el territorio. Es esencial tanto para optimización del escenario como para la cohesión territorial y ahora es posible por el acceso en cualquier punto a dos recursos clave: por un lado, la energía y, por otro, la información-conocimiento ahora distribuibles y a costes accesibles gracias a las energías renovables, a internet, a diversas infraestructuras que hacen posible la digitalización. Todo ello nos permite crear nodos, asentamientos, municipios y sobre todo comarcas (como unidades funcionales y orgánicas, asimilables a los ecosistemas maduros) y niveles progresivos de agregación, con socioeconomías multifuncionales y diversas que con una creciente autosuficiencia conectada conforman un territorio inclusivo, un territorio red.
Ambos conceptos, sostenibilidad y digitalización, bien distribuidos, no solo facilitarán la inclusión territorial sino también políticas más cercanas e integradas en ámbitos más reducidos para actuar sobre las necesidades de los ciudadanos y optimizar el uso de recursos, hablamos de economía circular, por ejemplo.
Aunque muchas veces se olvida, nuestro país tiene un gran activo: su territorio. Tenemos espacio y, en contra de lo que se pueda pensar, “la España vacía” es un gran activo (la pandemia ha mostrado que el verdadero lujo es el espacio) con un gran potencial en primer lugar para sus habitantes —que no se olvide esto— con la naturaleza como referencia y recurso no negociable.
Esta inclusión territorial sostenible sí que vertebra el territorio y no las grandes infraestructuras que llevadas a la demasía como la Alta Velocidad acaban por conectar, pero ni vertebran ni incluyen. Por cierto, en este tema de la AV hay 75.000M€ (suponen más de la mitad de lo que podríamos obtener del Fondo de Recuperación UE) pendientes de inversión que, según la Fiscalía, pueden y deben tener mejor destino.
Esta Reconstrucción con sentido, ilusionante, y cargada de futuro, prospectiva, supone como tal un RIP para el mal llamado modelo socioeconómico pre-pandemia, incluye respuestas que ya deberíamos haber tomado de forma urgente ante el desafío del cambio climático y que ahora se vuelven tan apremiantes con la agravación del calentamiento global y su acumulación con la pandemia, respuestas que son forzosamente disruptivas y que son probablemente nuestra última oportunidad para dar ese paso que siempre tuvimos que dar aunque no hubiera habido ni cambio climático ni pandemia. Porque si no es ahora, ¿cuándo?
Fuente: cuentaconMingo.org