Por Antonio Barrero F., Redactor Jefe, Revista Energías Renovables
Que el autoconsumo es solidario por naturaleza es incontestable. Lo es porque cada kilovatio hora (kWh) que genera el sol en nuestro tejado es un kWh que no produce cambio climático, un kWh que no genera mareas negras en Galicia, ni guerras en el Golfo Pérsico; un kWh que ahorra en infraestructuras (la generación en casa evita gasoductos en Alaska, cementerios nucleares en Guadalajara o tendidos eléctricos que afean los paisajes). Al final de este texto, reproducimos, por ejemplo, Seis argumentos que demuestran que lo insolidario es ponerle un impuesto al sol, pero, ahora, vamos a añadir un motivo más, otro, a favor del autoconsumo. Esta es una historia de bancos buenos y kilovatios limpios.
El diario digital 20minutos.es publicó hace unos días una columna que llevaba la firma de Emilio Ballester, presidente de la Fundación Desarrollo Sostenible (FDS). En ese artículo de opinión, Ballester se preguntaba y se pregunta quién cobra los kilovatios hora solares fotovoltaicos (FV) que generan las instalaciones de autoconsumo domésticas y acaban en la red eléctrica. Y se hacía esa pregunta porque a veces sucede que (1) no estamos en casa, (2) brilla el sol, (3) los paneles FV que tenemos en el tejado generan más electricidad que la que demandan nuestro frigorífico y las lucecitas (stand by) que siempre están encendidas y, (4) dado todo lo dado, la electricidad que generamos y no autoconsumimos acaba en la red.
La pregunta es: ¿quién cobra esos kilovatios hora? (Porque el autoconsumidor no los cobra). ¿Quién los cobra, pues? ¿Qué compañía? ¿Gas Natural Fenosa, quizá? Y, sobre todo, ¿a quién se los cobra? ¿Se los cobraba a Rosa Pitarch, la mujer de 81 años que falleció en Reus hace unos días por culpa de una vela que tuvo que encender cuando Gas Natural Fenosa le cortó la luz por impago? La reflexión -insisto- parte de la lectura de la columna de Ballester. Y esta -la columna que firma el director de la FDS- surge de una evidencia incontestable: en España hay instalaciones de autoconsumo que, cuando generan más electricidad que la que en ese momento necesitan sus propietarios, vierten el excedente a la red. Y lo vierten gratis.
¿Y sabes por qué vierten gratis? Pues, grosso modo, porque, para vender ese sobrante, hace falta convertirse en “productor”…
Y para convertirse en productor es preciso rellenar un millón de formularios. Porque la legislación vigente -la que embrolla cada vez más el Partido Popular- ha generado una ruta tal de papeleo –mil trámites distintos– que la mayoría de los autoconsumidores prefiere regalar el sobrante antes que enfrentarse a un mar de ventanillas, formularios y trámites; todo un mar de trabas a cambio del cual además el autoconsumidor percibirá un escaso rendimiento, pues tampoco suelen ser tantos los kWh excedentes. En fin, que el ciudadano (1) desiste en el empeño; (2) vierte gratis esos kWh; y (3) alguien los cobra, alguien que no se llama Rosa (todo lo contrario: Rosa de Reus es la que paga… o la que no puede pagar).
Ballester lo apunta rotundo en su columna
“La norma que regula el autoconsumo en España, vigente desde octubre de 2015, establece que las pequeñas instalaciones fotovoltaicas (las de menos de diez kilovatios) deben regalar al sistema los kilovatios hora que produzcan y que inyecten a la red”. Sin embargo, “ese enmarañado Real Decreto de autoconsumo -se queja el presidente de la Fundación- no dice claramente a quién se le regalan”. En fin, que alguien cobra esos kilovatios hora, sí, pero… ¿quién?, se pregunta Ballester. “Porque, cuando en mi tejado se produce un kWh y yo no lo consumo -concluye el presidente de la Fundación Desarrollo Sostenible-, va a la red y lo consume mi vecino, que sí se lo paga a su comercializador. Así que, aunque yo lo regale, alguien los está cobrando”.
Ballester señala al vecino como potencial consumidor de ese kilovatio hora (kWh que no autoconsumo cuando no estoy en casa) por motivos estrictamente físicos: la electricidad no se disuelve en el éter, no desaparece por arte de magia, no viaja más allá del primer punto de consumo que encuentra en su camino. Y si yo produzco dos kWh en mi tejado y solo consumo uno en mi frigorífico (porque estoy fuera de casa y lo único que tengo enchufado en ese lapso es el frigo), pues el otro kWh saldrá a la red y será consumido en el frigorífico del vecino. Y aquí volvemos a lo mismo. Evidentemente, a mi vecino… ese kilovatio hora… la comercializadora que le vende la electricidad, que le vende los kilovatios (Endesa, Iberdrola)… se lo ve en el contador y se lo cobra.
La pregunta “¿quién cobra esos kilovatios hora?” es, pues, retórica
¿Que quién le cobra al vecino esos kilovatios hora que consume en su frigorífico? Pues parece lógico pensar que su comercializadora. Bien: imaginemos entonces por ejemplo que Gas Natural Fenosa es alguna vez beneficiaria de alguno de esos kWh regalados; imaginemos que intentó cobrárselos a Rosa; imaginemos que Rosa no pudo pagar; y que la compañía le cortó la luz (luz que en realidad había salido de la instalación de autoconsumo del vecino porque como el gobierno lo había puesto todo tan complicado al final el vecino desistió de convertirse en productor); imaginemos que entonces a Rosa le cortaron la luz y que compró una vela y que hubo un incendio y que cayó al suelo y que era de noche y que había mucho humo y que tenía 81 años…
La pregunta es: ¿le cobraron a Rosa el kilovatio solar que generó su vecino?
En el fondo de todo esto está el balance neto, que es algo que no contempla el Real Decreto de Autoconsumo que ha aprobado el Partido Popular. Según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, “por balance neto se entiende la posibilidad de diferir en el tiempo el autoconsumo, de manera que la energía excedentaria vertida a la red en un determinado momento pueda compensar parte de la demanda consumida desde la red en otro momento”. Ejemplo: (1) por la mañana, mis placas solares generan electricidad, pero yo no estoy en casa, y no la puedo consumir (por eso la vierto); y, (2) por la noche, cuando acaba mi jornada laboral y regreso a casa y sí consumo electricidad, el sistema me devuelve esos kWh que yo le cedí.
Hay dos formas de hacer balance
Grosso moso, el regulador puede contemplar ese balance neto de dos maneras: te devuelvo lo que inyectaste en euros contantes y sonantes (que te lo descuente tu comercializadora de la factura) o te lo devuelvo en especie, o sea, en kWh. ¿Qué ha hecho el regulador en España? Pues lo susodicho: si quieres compensación (económica, pues no plantea siquiera la compensación en especie), tienes que atravesar toda una jungla burocrática. Y si no te merece la pena, pues a regalarlos tocan. Eso sí, el regalo no se lo puedes hacer a tu vecino; el regalo va a parar a “el sistema”, eufemismo que oculta una verdad irrefutable: quien cobra ese kWh (y se lo cobra a tu vecino) es la comercializadora con la que él tiene contratado su suministro.
Así es, en fin, la enésima prueba del extremo grado de depravación al que ha llegado el regulador en este país, un legislador que, mientras por una parte -a través de su brazo ejecutivo/judicial- presenta recursos de inconstitucionalidad para neutralizar la Ley contra la Pobreza Energética que aprueba el Parlamento catalán, por la otra, perfila un Real Decreto de Autoconsumo cuyo resultado es otro regalo para el oligopolio. En el camino, en las cunetas de la constitución, enredadas en los decretos oscuros del legislador más depravado, van quedando, pobres, las Rosas de Reus. Pues bien, es aquí donde Emilio Ballester, el presidente de la Fundación Desarrollo Sostenible, propone -en su columna– inyectar un ápice de sensatez: el banco de energía limpia.
Ballester se pregunta: “¿y por qué no tengo la oportunidad de donar, de regalar, mis kWh a una entidad que los administre y que los destine a paliar situaciones de pobreza energética como mejor opción, ahora que no me dan la oportunidad de cobrarlos, y en el futuro, cuando se cambie la norma y pueda cobrarlos, tener la opción de hacerlo?”. Y este periodista que suscribe insiste sobre el particular: ¿qué es preferible: regalárselos a empresas como Iberdrola, Endesa o Gas Natural Fenosa… o donarlos a ese banco de kilovatios limpios? “Ahí queda la idea -concluye Ballester-, al servicio de nuestras fuerzas políticas, que siempre andan esperando propuestas ciudadanas que resuelvan carencias y no incrementen el gasto público”.
El Banco de Energía Solidaria y Limpia, le llama Ballester en su columna
Y una reflexión final, a la que este periodista llega también en cierta medida de la mano de las reflexiones del presidente de la FDS. Por definición, el autoconsumo es una solución de ahorro que ha de ajustarse al consumo propio: produzco como mucho lo que consumo, porque mi horizonte no es comerciar, sino ahorrar; mi horizonte es autoproducir y autoconsumir para autonomizarme. Así que, a priori, ajustaré al máximo la capacidad de mi instalación. Porque mi objetivo -insisto- no es generar excedentes. La creación de un Banco de Energía Solidaria y Limpia, que gestionaría en todo caso los excedentes contingentes, vendría a reforzar así la raíz más honda -el ahorro- del autoconsumo: ahorro para el individuo; ahorro para su sociedad.
La pregunta es: ¿le cobraron a Rosa el kilovatio solar que generó su vecino?
En el fondo de todo esto está el balance neto, que es algo que no contempla el Real Decreto de Autoconsumo que ha aprobado el Partido Popular. Según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, “por balance neto se entiende la posibilidad de diferir en el tiempo el autoconsumo, de manera que la energía excedentaria vertida a la red en un determinado momento pueda compensar parte de la demanda consumida desde la red en otro momento”. Ejemplo: (1) por la mañana, mis placas solares generan electricidad, pero yo no estoy en casa, y no la puedo consumir (por eso la vierto); y, (2) por la noche, cuando acaba mi jornada laboral y regreso a casa y sí consumo electricidad, el sistema me devuelve esos kWh que yo le cedí.
Hay dos formas de hacer balance
Grosso moso, el regulador puede contemplar ese balance neto de dos maneras: te devuelvo lo que inyectaste en euros contantes y sonantes (que te lo descuente tu comercializadora de la factura) o te lo devuelvo en especie, o sea, en kWh. ¿Qué ha hecho el regulador en España? Pues lo susodicho: si quieres compensación (económica, pues no plantea siquiera la compensación en especie), tienes que atravesar toda una jungla burocrática. Y si no te merece la pena, pues a regalarlos tocan. Eso sí, el regalo no se lo puedes hacer a tu vecino; el regalo va a parar a “el sistema”, eufemismo que oculta una verdad irrefutable: quien cobra ese kWh (y se lo cobra a tu vecino) es la comercializadora con la que él tiene contratado su suministro.
Así es, en fin, la enésima prueba del extremo grado de depravación al que ha llegado el regulador en este país, un legislador que, mientras por una parte -a través de su brazo ejecutivo/judicial- presenta recursos de inconstitucionalidad para neutralizar la Ley contra la Pobreza Energética que aprueba el Parlamento catalán, por la otra, perfila un Real Decreto de Autoconsumo cuyo resultado es otro regalo para el oligopolio. En el camino, en las cunetas de la constitución, enredadas en los decretos oscuros del legislador más depravado, van quedando, pobres, las Rosas de Reus. Pues bien, es aquí donde Emilio Ballester, el presidente de la Fundación Desarrollo Sostenible, propone -en su columna– inyectar un ápice de sensatez: el banco de energía limpia.
Ballester se pregunta: “¿y por qué no tengo la oportunidad de donar, de regalar, mis kWh a una entidad que los administre y que los destine a paliar situaciones de pobreza energética como mejor opción, ahora que no me dan la oportunidad de cobrarlos, y en el futuro, cuando se cambie la norma y pueda cobrarlos, tener la opción de hacerlo?”. Y este periodista que suscribe insiste sobre el particular: ¿qué es preferible: regalárselos a empresas como Iberdrola, Endesa o Gas Natural Fenosa… o donarlos a ese banco de kilovatios limpios? “Ahí queda la idea -concluye Ballester-, al servicio de nuestras fuerzas políticas, que siempre andan esperando propuestas ciudadanas que resuelvan carencias y no incrementen el gasto público”.
El Banco de Energía Solidaria y Limpia, le llama Ballester en su columna
Y una reflexión final, a la que este periodista llega también en cierta medida de la mano de las reflexiones del presidente de la FDS. Por definición, el autoconsumo es una solución de ahorro que ha de ajustarse al consumo propio: produzco como mucho lo que consumo, porque mi horizonte no es comerciar, sino ahorrar; mi horizonte es autoproducir y autoconsumir para autonomizarme. Así que, a priori, ajustaré al máximo la capacidad de mi instalación. Porque mi objetivo -insisto- no es generar excedentes. La creación de un Banco de Energía Solidaria y Limpia, que gestionaría en todo caso los excedentes contingentes, vendría a reforzar así la raíz más honda -el ahorro- del autoconsumo: ahorro para el individuo; ahorro para su sociedad.
Sí, lo insolidario es ponerle un impuesto al sol. Clica aquí y verás otros seis argumentos que lo demuestran.
Fuente: Revista Energías Renovables